Una de las características de esta celebración, es la realización de una fogata u hoguera. Pues bien, en esta oportunidad quiero compartir con ustedes un fragmento del libro La rama dorada, de Frazer, quien rescata algunas anécdotas sobre dicha fiesta.
En las montañas centrales de Escocia se encendían antiguamente hogueras conocidas como fuegos de Beltane, con gran ceremonial, en el día 19 de mayo y tenían huellas claras y particularmente inequívocas de sacrificios humanos. La costumbre de encender estas hogueras duró en varios lugares hasta bien entrado el siglo XVIII y las descripciones de la ceremonia por escritores de esa época presentan un cuadro tan curioso e interesante de la antigua paganía sobreviviente [...]
La descripción más completa es la que nos ha legado John Ramsay [...] "Pero el más importante de los festivales druídicos es el de Beltane o día-mayo, que hasta hace poco se observaba en algunas partes de la serranía con extraordinarias ceremonias. . . Igual que el otro culto público de los druidas, la fiesta de Beltane creemos que se ejecutaba sobre collados y cerros. Ellos pensaban que era degradante para aquel cuyo templo es el universo suponer que morase en cualquier casa hecha con las manos. Por esta razón sus sacrificios eran ofrendados al aire libre, con frecuencia sobre las cimas de las colinas, donde se les ofrecía el panorama más grandioso de la naturaleza y donde estaban más cercanos a la sede del calor y el orden. Y según la tradición, así era la manera de celebrar este festival en las serranías, en los últimos cien años. Pero desde que declinó la superstición, se ha celebrado por los vecinos de cada aldehuela sobre alguna colina o lugar alto, a cuyo alrededor estaban pastando sus rebaños. Hacia allá se encaminaban las gentes mozas por la mañana y hacían una zanja en la cúspide, quedando formado un asiento de césped para la compañía. [...] La noche antes extinguían con sumo cuidado todos los fuegos de la comarca y a la mañana siguiente preparaban los materiales para incrementar el fuego sagrado. [...]"
Thomas Pennant, que viajó por el Perthshire en el año de 1769, nos dice que "en el 1o de mayo, los pastores de cada aldea tienen su Bel-tien, un sacrificio rural. Cortan un rectángulo en el suelo dejando el césped del centro y allí forman una hoguera con leña en la que preparan un gran cordial con huevos, mantequilla, harina de avena y leche, y además de los ingredientes del cordial o ponche, abundancia de cerveza y whisky; cada uno de la reunión debe contribuir con alguna cosa. Los ritos empiezan desparramando un poco del cordial sobre el suelo, a modo de libación; después coge cada cual un bollo de avena sobre el que hay nueve pellas cuadradas, cada una dedicada a un ser especial de los que suponen protegen sus rebaños y ganados o a algún animal en particular gran destructor de ellos. Cada persona vuelve entonces su rostro hacia el fuego, arranca una de las pellas cuadradas y la tira hacia atrás por encima del hombro diciendo: 'Ésta te la doy, protege mis caballos; ésta otra a ti, consérvame las ovejas', y así sucesivamente. Hecho esto, gastan la misma ceremonia para los animales nocivos: 'Ésta te la doy ¡oh zorra!, para que dispenses a mis corderos; ésta para ti, ¡oh cuervo encaperuzado!; ésta para tí, ¡oh águila!' Cuando termina la ceremonia, se come el refrigerio y, después que el festín ha terminado, guardan lo que queda dos personas designadas al efecto, y el próximo domingo se vuelven a reunir y terminan los restos de la primera merienda".[...]
Merece observarse la creencia de las gentes en que por saltar tres veces sobre las hogueras o correr tres veces por entre dos fuegos se aseguran cosechas óptimas. Cómo suponían conseguir este resultado nos lo indica otro folklorista galés, según el cual anteriormente creían que "las hogueras encendidas en mayo o en el solsticio estival protegían los campos de hechicerías para que hubiera buenas cosechas. Las cenizas eran consideradas también como valiosos talismanes". De esto deducimos que creían que el calor de las hogueras fertilizaba los campos, no directamente acelerando las simientes en la tierra, sino indirectamente, frustrando la influencia malévola de la brujería o quizá quemando a las propias brujas.
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